Atxondo es uno de los rincones más mágicos de Durangaldea. Considerado el origen de su mitología, este valle está envuelto en leyendas que han pasado de generación en generación. No es casualidad: aquí, entre montes imponentes y caseríos centenarios, el paisaje parece susurrar historias antiguas.

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Uno de sus lugares más emblemáticos es Arrazola, punto de partida de la famosa vía verde y escenario de algunas de las mejores vistas del mítico Anboto, hogar de Mari y símbolo de la montaña vasca. Desde aquí parten senderos que conectan naturaleza, tradición y espiritualidad.

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El municipio está formado por los barrios de Apatamonasterio, Axpe, Martzaa, Xantixa y Arrazola, pequeños núcleos llenos de encanto donde el tiempo avanza más despacio y la vida rural mantiene su autenticidad.

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Caseríos con siglos de historia

El valle de Atxondo es un museo al aire libre de la arquitectura tradicional vasca. Entre los caseríos diseminados por sus barrios se encuentran auténticas joyas, como:

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• Ollargan (Arrazola), construido a comienzos del siglo XVI, uno de los caseríos más antiguos que siguen en pie en Bizkaia.

• Zearreta, un magnífico caserío barroco del siglo XVII, ejemplo del esplendor rural de la época.

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Estas construcciones, sólidas y bellísimas, cuentan la historia de un valle que ha sabido conservar sus raíces pese al paso de los siglos.

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Naturaleza, arqueología y viejas historias

Atxondo es un valle para recorrer sin prisa. A tu paso encontrarás:

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• Restos arqueológicos que hablan de antiguos asentamientos.

• Leyendas mitológicas y relatos de las guerras banderizas.

• Minas de jaspe y cobre que recuerdan su pasado industrial.

• Antiguos molinos de agua, bosques frondosos y cimas emblemáticas.

• Huellas del antiguo tren minero, que cruzaba el valle siguiendo el curso de la vía verde.

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Todo ello compone un paisaje bucólico y mágico, considerado uno de los más hermosos de Euskal Herria.

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Gastronomía de élite

Atxondo también es conocido en el mundo por contar con uno de los mejores asadores del planeta:
Etxebarri, del maestro Bittor Arginzoniz, reconocido con una estrella Michelin y con fama internacional por su forma de transformar el fuego en arte culinario.