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MUSEO DEL LICOR MANUEL ACHA. El elixir del sabor y el buen gusto.

Actualizado: 22 abr 2020

Todo comenzó en un viejo local del Bilbao preindustrial cuando, en el año 1831, el empresario francés Paúl Pomes decidió fundar una pequeña fábrica de aguardientes, licores y jarabes. Pomes consideró necesaria la figura de un “mano derecha” para sacar adelante su pequeño negocio y es en este momento, cuando apuesta por un joven Manuel Acha. Este último comenzó a estudiar todos los misterios que escondía la elaboración de estas bebidas espirituosas y, tras la muerte de Pomes en 1880, decidió trasladar la fábrica a Amurrio.



Esta destilería ubicada en la localidad alavesa se conoce como la empresa más longeva del País Vasco y una de las empresas familiares más antiguas de Europa. Actualmente, siguen elaborando diferentes productos y destilados de los cuales hay uno que seguro que alguno de vosotros conoce: el licor Karpy. Esta bebida es la piedra angular de esta compañía y es que, además de basar su secreto en una minuciosa elaboración fue, durante 5 largos años, imagen de un conocido equipo ciclista.


Todas estas curiosidades y muchas más pudimos conocer en nuestra visita al museo del licor Manuel Acha porque, en efecto, la destilería ofrece también visitas al origen de la firma más tradicional de Euskadi.


Al entrar en el museo, Marta nos recibe detrás del mostrador en una pequeña antesala repleta de recuerdos. Con la gracia y la destreza que le ha caracterizado durante la visita, nos hace una breve introducción sobre la historia del fundador de la marca y la estrecha relación con el equipo de ciclismo Karpy. Entre todos estos recuerdos que cuelgan de la pared de esta sala, encontramos carteles y etiquetas antiguas que adornaban las botellas de licor y, por supuesto, curiosidades sobre ellas. Solo te diremos que tienen que ver con los nombres de los productos que se vendían en esa época, pero queremos que te sorprenda tanto como a nosotros así que ¡acércate y deja que Marta te lo cuente!


Continuamos la visita en la sala contigua. Un espacio frío acompañado de barricas cuidadosamente apiladas a cada lado. En esta antigua cuadra, se maceran actualmente brandis y rones de 12 a 15 años en barriles de roble americano. Curiosamente, aquí era donde, sobre todo en la guerra civil, se elaboraba el famoso licor Karpy. ¿Sabes por qué?

Además de las barricas y las confidencias que Marta nos hace entre risas, vemos que la sala nos muestra maquinaria antigua que nunca antes habíamos visto.


Todos los artilugios servían para la elaboración del licor, como la limpiadora de impurezas o la encorchadora de rolón, y para el empaquetado final como era la grapadora de pie. Debido al fuerte olor en este proceso de macerado, toda la maquinaria era de cobre, adoptando ese aspecto rústico pero elegante de lo añejo.


Subimos unas escaleras y entramos en la que Marta ha denominado como la “sala de los recuerdos”. Si en el recibidor nos hemos sorprendido de la cantidad de objetos antiguos que guardan sobre la marca, esta sala no ha dejado indiferente a nadie. Libros de cuentas, una fotocopiadora antigua, la electra de Gorbea, cuadros familiares y decenas de botellas y carteles publicitarios adornan las paredes y mesas de esta acogedora habitación. Marta se encarga de explicarnos con detalle lo que esconde cada una de las fotografías y objetos. Se agradece que te haga partícipe de la historia de esta empresa a través de objetos que, aunque no se puedan tocar, podemos ver.



Nos conducen a la última sala de la visita, aunque no a la última parada. Unas escaleras metálicas nos llevan hasta la fábrica y un intenso olor a macerado da la bienvenida a un amplio espacio donde, sin duda, los protagonistas son los alambiques. Estos destiladores tienen más de 175 años y son los encargados de producir el destilado que, como dato, tardan una semana en lograr 600 litros. Antiguamente, junto a esta fábrica se encontraba la casa familiar que, tras la apertura del museo, se convertirá en centro de documentación acogiendo toda esta historia dedicada a la destilería.



Marta nos devuelve al inicio de la visita, a la entrada del museo, recordándonos que la fábrica no iba a ser la última parada.


Nuestra visita concluye, en el mismo lugar en que se ha iniciado y rodeados de historia, con una cata tanto de los últimos productos elaborados como de los más famosos de la marca Manuel Acha. Vermut de mango, de sidra, de naranja, licores de chocolate y botellas con las baldosas de Bilbao. Definitivamente, nos han sorprendido, ¡y mucho!


Una visita que te traslada en el tiempo, hasta una época en la que el destilar un licor era un arte al alcance de unos pocos artesanos.





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